La modernidad ha arrinconado espacios que antes eran de uso diario para los poblenses. Los trabajos de antaño han quedado obsoletos dejando construcciones que narran la historia de antiguas labores.
El abastecimiento de aguas no llegó a La Puebla de Castro hasta 1962 con la construcción de la torre de elevación instalada junto a la iglesia. En el casco urbano quedan las fuentes del Portal y del Chinchano como vestigios de idas y venidas de cántaros y cantares. En las proximidades, en un camino amable, se ha reformado el Lavadero de la Huerta. Sus grandes maderos sujetan una estructura singular, circular, extraordinaria.
La Puebla de Castro contó con dos salinas, en la Fuen Salada y 'Las Salinas'. Su explotación se alargó hasta el siglo pasado. Molinos y almazaras se distribuían por el término, donde aún queda el pozo de hielo, instalación habitual en las poblaciones aragonesas donde se hacía el hielo que se transportaba y comerciaba para conservar los productos y alimentos. Ahora, es aún visitable.
La industria también se emplazó en La Puebla de Castro. Queda constancia de la antigua fábrica de anís de La Medalla, cuya fama llegó hasta París. Posteriormente, se convirtió en un mesón que aún reposa junto a la carretera de acceso en la zona baja de la población.